Durante la noche nuestro cuerpo sigue trabajando liberando hormonas, regenerando tejidos, utilizando nutrimentos, las cuales también implican un gasto energético.
Estas calorías que se usan durante la noche no se reponen ya que son horas donde no se come. Este ayuno es normal, pero no debe prolongarse. Hay que desayunar.
El desayuno es el alimento más importante del día ya que “arranca” las funciones metabólicas para que el cuerpo funcione de manera adecuada las siguientes 16 o más horas en que estará despierto y en actividad.
En el desayuno como en cualquiera de nuestras comidas, deben estar presentes alimentos de los tres principales grupos: frutas y verduras, cereales y tubérculos y productos de origen animal.
Muchas veces por la mañana no hay sensación de hambre ni apetito, es por eso que tantas personas simplemente se saltan ese tiempo de comida y comen algo, si les va bien, a media mañana y si no, hasta la comida.
Al saltarse el desayuno, el metabolismo no echa a andar los mecanismos naturales pero si los de alerta porque supone que hay hambruna y eso lo somete a estrés. Al estar estresado, libera sustancias que lo hacen más lento, lo ayudan a almacenar calorías (en forma de grasa) y a obtener energía de sustancias de las que no debería (utiliza la masa muscular). Entonces, en lugar de sentirnos bien, nos sentimos mal. Hay mal humor, dolor de cabeza, cansancio, sueño, estreñimiento, desnutrición, entre otras consecuencias.
Mientras no alimentemos al cuerpo como debemos, cada tres o cuatro horas, a partir de que inicia el día, el cuerpo no se estabilizará ni funcionará adecuadamente. De hecho, para quienes hacen ejercicio por la mañana es muy importante comer algo ligero antes, no deben someter a mayor estrés al cuerpo exigiéndole energía para hacer ejercicio pero sin darle nada para lograrlo.
¡Comer saludable y suficiente es la clave para un día sano y energético!